Jesús Enrique Helguera nació en Chihuahua el 28 de mayo de 1910. Hijo de español y mexicana fue un genio del oficio pictórico; de su vida se conoce poco, pues siendo aún muy pequeño su familia se trasladó a la capital del país, dos años después a Córdoba, Veracruz, para emigrar a España cuando él apenas contaba con cinco años de edad.
Jesús Enrique Helguera nació en Chihuahua el 28 de mayo de 1910. Hijo de español y mexicana fue un genio del oficio pictórico; de su vida se conoce poco, pues siendo aún muy pequeño su familia se trasladó a la capital del país, dos años después a Córdoba, Veracruz, para emigrar a España cuando él apenas contaba con cinco años de edad.
Su infancia y juventud, al decir de don Álvaro Mondragón quien por muchos años fue su fiel compañero, las pasó en la población española Ciudad Real primero, donde cursó sus estudios elementales y en Madrid donde a los 12 años ingresó a la Escuela de Artes y Oficios, para de allí pasar a la famosa Academia de San Fernando y completar su formación.
Trabajó afanosamente en Madrid y Barcelona como ilustrador, hasta que consiguió una plaza de maestro de artes plásticas en Bilbao. Regresó a México ya casado con una dama madrileña, dos años después del estallamiento de la guerra civil española, arribando por barco a Veracruz hacia finales del año 1938.
Casi desde entonces y hasta su muerte, ocurrida el 5 de diciembre de 1971, trabajó como artista exclusivo de Cigarrera La Moderna, S.A. de C.V., empresa regiomontana que realizaba en la imprenta de don Santiago Galas los famosos calendarios anuales que tanta fama cobraron durante el México de los cuarenta y los cincuenta. En efecto, no había ferretería, fonda, consultorio médico, taller, cantina, hogar o despacho que no tuviese alguna pared ornamentada con un calendario de Jesús Helguera.
Admirador fiel de los muralistas mexicanos Rivera, Orozco y Siqueiros, así como del Doctor Atl y de Rufino Tamayo, Helguera fue poseedor de una gran cultura visual que plasmó en cada uno de sus lienzos: “el detallismo”. Modesto siempre en su manera de ser, pues jamás se sintió artista ni pretendió exhibir sus originales, recibía cada año un guión literario por parte de La Moderna en el que se le especificaba el tema, el lugar, los personajes a representar y los elementos componentes del cuadro; una vez que se discutía y se aprobaba él lo interpretaba y le imponía su propio sello.
Helguera viajaba a los lugares indicados por el guión con su equipo de trabajo, compuesto por dos camarógrafos, un guionista y un auxiliar, se realizaban las tomas fotográficas necesarias de la escena, particularmente de la arquitectura, la flora y la fauna propias del sitio escogido, y una vez en su taller trazaba a lápiz los bocetos que darían lugar al original. Así surgieron sus personajes mestizos e idealizados que recordaban a las damas y galanes del cine y de la canción ranchera de la época como Gloria Marín, María Elena Marquéz, Tito Guízar, Pedro Infante y Pedro Armendáriz, quienes en “El rebozo”, “El mes de María”, “La oración de la Tarde”, “Orquídeas para tí”, “La Despedida”, entre otros, dieron vida a lugares como las huastecas potosina y tamaulipeca, los campos chicleros de Quintana Roo, las montañas de Guerrero o Michoacán y los remansos fluviales de Veracruz, Tabasco y Chiapas.
La textura, colorido, realismo y disposición de los personajes de la obra de Helguera, ejercían un gran atractivo en el gusto popular. De ahí que, como dice Carlos Monsivais en El encanto de las Utopías dentro del Catálogo de la Exposición Identidades mexicanas, fue “un pintor de cabecera de las multitudes, que vivió siempre un doble reconocimiento, la admiración de la mayoría y la referencia irónica de la minoría”.
Y es que la producción artística de Helguera, con sus paisajes paradisíacos, su gran capacidad fabuladora, su arte popular que nos remonta a principios de siglo, y sus escenarios tan dulcemente artificiales, fue descalificada por los amantes del arte puro con el despectivo calificativode kitsch; lo redujeron a un simple pintor de almanaques, denominación que aceptó sin dificultades, sin afectaciónninguna, consciente siempre y, sin falsa modestia, de que el grueso de la población y de sus múltiples admiradores, no sólo adquirían las reproducciones de sus obras, sino que las exigían y las disfrutaban con gusto verdadero. En una época de muy escasos afectos culturales en materia de artes plásticas, de pocos museos y de ausencia de bibliotecas, Jesús Helguera supo encarnar en su obra artística las sensaciones placenteras de “lo bonito”.
Revalorada en 1980 con una gran exposición en el Museo de Bellas Artes, inaugurada por el presidente Miguel De la Madrid, la presente obra pictórica de Jesús Helguera pertenece al patrimonio del grupo Pulsar Internacional cuyas oficinas se engalanan muy a menudo con todo o parte de sus 26 óleos originales. Con frecuencia la muestra viaja al extranjero. Gracias a esa aceptación internacional, España, Francia, Holanda, Estados Unidos, Canadá, Rusia y otros grandes países y ciudades del mundo, han sabido del estilo único de Jesús Helguera y de las tradiciones mexicanas.
Fuente: México en el Tiempo No. 32 Septiembre / Octubre 1999
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